Sólo dos razones llevan a ingenieros y militares soviéticos de alto rango a la desolada estación ártica de Niva-III: la hidroeléctrica secreta que ahí se construye y los numerosos campos de trabajos forzados. Pocos vehículos transitan por las gélidas carreteras de ese rincón de la península de Kola, pero todos se detienen obedientes ante la figura espigada de Petia, escrupuloso inspector de tráfico y admirador devoto de todo lo que rezume autoridad, aun si ésta sólo ha sabido reconocerle con un gorro de policía y una bandolera con la funda vacía. El amor de Petia por los poderosos no conoce límites, y si bien no es particularmente espabilado, intuye que su propio destino se cubrirá de gloria con sólo estar cerca de ellos. Pero sus cándidos esfuerzos para congraciarse con la ceguera del autoritarismo terminarán por descarriarlo. Petia camino al reino de los cielos, magistral crónica de una muerte anunciada y reflexión aguda sobre el destino del individuo en un mundo secuestrado por la razón técnica y los imperativos del poder, nos invita a conocer a una de las voces más importantes de la literatura rusa contemporánea.