Hay ciudades donde las piedras encierran la historia del mundo entero. Juntando polvo, madera, metal y piedras preciosas, el maestro Sinan había construido los palacios más hermosos de Estambul para celebrar la gloria de los sultanes y encubrir sus delitos.
A su servicio trabajaban los mejores técnicos y artesanos, y Jahan era su hombre de confianza. Había llegado de la India con solo doce años, a principios del siglo XVI, y llevaba consigo a Xota, un elefante blanco que encandiló a la corte y enamoró a Mirihmah, la hija del sultán. Cuando se conocieron, Jahan era un simple aprendiz y ella la heredera de un gran imperio; sus manos nunca se cruzaron, pero la complicidad entre los dos creó un mundo aparte, donde el deseo era un aroma que llenaba el aire.