Sacudirse la banana, zurrarse la sardina, tocar la zambomba, darle al manubrio, cargar el mosquete, peinar la nutria, hacerse una gayola o pelársela como un mono. Cuando una actividad humana admite tantos nombres será porque es importantísima para la pervivencia de la especie.
Llega un momento en la vida de todo adolescente en que la urgencia por aparearse se convierte en obsesión. Es entonces cuando la práctica clandestina de la masturbación aparece como sustitutivo y se instala como una de nuestras necesidades básicas. La más básica de todas, de hecho.
Tan divertido como inteligente, tan descacharrante como sutil, este manual en torno al amor propio es la mejor guía posible para sobrevivir a la ansiedad, no quedarse ciego y mantener una vida sexual rica y saludable. Una lectura terapéutica y edificante para jóvenes de todas las edades.