Llama la atención que a pesar de ser la música un arte carente de palabras y de imágenes, a lo largo de su historia ha estado con gran frecuencia asociada a lo que aquí llamamos «letra», ya sea ésta «letra-texto» o «letra-argumento». A la música y a la arquitectura las llama Eugenio Trías, un autor muy presente en este libro, «artes ambientales». El «ambiente» que abre la música condiciona, y de algún modo prefigura, la «letra» que puede propiciar o siquiera admitir. Con lo cual, por tanto, hay que reconocer que la música, aun sin palabras, «dice», si bien el suyo es un «decir» especialmente peculiar. Se puede hablar pues de la semántica de la música. Los fundamentos de tal semántica hay que buscarlos en la sintaxis de la escala diatónica; concretamente en las relaciones tensionales de sus siete grados. Esto es válido sólo para «explicar» lo que «dice» la música tonal, objeto casi exclusivo del presente ensayo.